El abuelo de Pilar Alonso de Prado fue alcalde de Oña hacia mediados del siglo XIX. Su padre nació en Oña pero se hizo abogado en Madrid y allí se quedó a vivir, y fue donde nació ella. Su padre, con antecedentes familiares carlistas, regaló a la iglesia del pueblo unas esculturas del Sagrado Corazón y ello fue motivo de una celebración en la que incluso hubo corrida de toros. Todavía recuerda que los domingos los pobres del pueblo iban por las casas a pedir limosna a cambio de rezar por los difuntos de la familia.
A Pilar la guerra le cogió en Madrid, donde tuvo que esconder a su marido, Ángel Castresana, en varias embajadas. Padeció varios registros en su casa, sobre la que cayó una bomba lanzada por la aviación nacional, y decidió marcharse a Oña, donde encontró su vivienda ocupada por un batallón italiano.
Una vez en el pueblo, ayudó en el Hospital Militar y vivió de cerca la primera traída de agua a los domicilios de Oña, cuestión por la que hubo un pleito con los jesuitas.