MARCHAS DE OTOÑO

Marcha de Otoño (2013): Oña – Cillaperlata- Trespaderne (17 kms)

El sábado, 5 de octubre (Año VI de la Gran Crisis), un grupo de 28 personas salimos desde Oña a pie con destino a Trespaderne.

El reto no era difícil porque la distancia y los desniveles eran cómodos. No subimos a ningún pico y la máxima altitud que alcanzamos fueron los 950 metros. Abandonamos Oña por el bello y agreste paseo del desfiladero del Oca hasta llegar a la carretera que va hacia Villanueva de los Montes. La intención era subir hasta Pociles por el antiguo sendero de portillo Lobo, pero había demasiada agua por una rociada muy fuerte y ese camino tiene mucha vegetación (muy pronto para mojarse).

Esa noche se había producido un acusado cambio térmico tras las elevadas temperaturas de los días anteriores, con predominio del viento sur. Decidimos subir por el camino habitual, por el PR que está marcado. En la fuente de Pociles nos reagrupamos, pero era demasiado pronto para almorzar.

A continuación ascendimos hasta la Laguna, directamente, sin seguir el recorrido marcado por las columnas de alta tensión. Unas rampas duras y un sendero agradable y frondoso nos sacaron hasta el camino que viene desde el alto del Serradero y que se dirige hasta los miraderos de Susenes, donde está la torre de vigilancia contra incendios.

El grupo en la fuente de Pociles

En la Laguna, que no tenía agua, lucía el sol y volvimos a reagruparnos. A continuación, bordeamos la charca y nos adentramos en un bosque de pinos y robles por un camino ancho, otro PR. Comenzamos a bajar y llegamos hasta la talanquera que se asoma al valle de Tobalina. Lamentablemente el valle estaba cubierto por completo de una densa niebla y nos perdimos unas preciosas vistas a lo largo del camino que transcurre por la Pasadilla y por encima del Vallejo que dibuja el arroyo Limón. Como ni siquiera pudimos otear la singular y solitaria peña de la Isa (la peña de la Dehesa), alguno recolectó unos pocos ejemplares de níscalo y pardillas que aparecieron a lo largo de la ruta.

El almuerzo lo hicimos a las once de la mañana, con la niebla a nuestros pies. De lo profundo del valle se elevaron las campanadas del reloj de Cillaperlata. En aquel ambiente neblinoso sonaron como si fueran las campanas de Bastabales: ‘Cando vos oio tocar, mórrome de soidades’. Pero estábamos bien acompañados por los bocadillos de tortilla con chorizo y por una bota de vino que circulaba, en corros restringidos, entre los senderistas. El descenso hasta nuestro próximo objetivo, la necrópolis del monasterio de San Juan de la Hoz, fue vertiginoso. En un abrir y cerrar de ojos nos plantamos en los enterramientos, saltando de una senda a otra y salvando, monte a través, un pequeño pinar. Nos desviamos antes de llegar a La Revilla, el barrio de arriba de Cillaperlata, que está totalmente arruinado.

Bajada hacia la necrópolis

En la necrópolis, formada por 84 tumbas excavadas en la roca, esperamos a Antonio García, Toñín, que amablemente se prestó a darnos unas explicaciones sobre estos enterramientos alto medievales sacados a la luz, entre 1979 y 1986, por Josefina Andrío y Ester Loyola. Un Toñín mucho más joven estuvo presente en aquellos trabajos de arqueología y nos ha cedido unas fotografías en las que se aprecian los esqueletos encontrados dentro de las fosas: en cavidades antropomorfas, en forma de bañera, de deposición o mixtas. Algunas tumbas estaban tapadas con unas inquietantes losas con dos orificios perforados a la altura de los ojos. Vimos una de esas lajas, que se conserva medio oculta entre la hierba.

Grupo en la necrópolis de San Juan de la Hoz

De la necrópolis descendimos un poco más para llegar a la hoz donde está el monasterio de San Juan. Las tumbas están en el pago conocido como Samarroyo y, por ello, tuvimos que cruzar el curso seco del arroyo del Coto, donde está la captación de agua para abastecer a Cillaperlata. Este arroyo, que en la cabecera recoge las aguas de las fuentes de Cavadillo, baja por el cortado desde el antiguo coto redondo de la granja de Valdenubla, dependiente del monasterio de Oña. A mediados del siglo XX todavía permanecía activa. Allí estuvieron, por ejemplo, los Villarías, y con nosotros estaba un excursionista de Oña emparentado con esa familia. Otra persona comentó que la primera vez que su padre escuchó música ‘enlatada’ fue en un gramófono que tenían en esa granja. El Gobierno de Franco, después de la II Guerra Mundial, entre 1945 y 1947, escondió en la granja de Valdenubla al cónsul alemán de Bilbao.

Peña la Isa ............................................................. Hoz junto a San Juan

Vimos la llamada ‘Bodega de los frailes’, en la que se aprecian algunas ménsulas clavadas en una elevada pared vertical de roca, para sujetar la techumbre. Después Toñín nos explicó la historia del convento benedictino y las pocas ruinas que quedan (las piedras buenas fueron vendidas por el ayuntamiento para restaurar edificios de Frías). De ese convento, en el siglo XI (dúplice entonces), fueron las monjas a ocupar el monasterio de Oña que fundó el conde Sancho García. San Juan de Cillaperlata aparece en la documentación histórica en el año 790. Curiosamente, el nombre de esta localidad se incluye, en el año 967, en el documento notarial en que por primera vez se cita el topónimo Oña y se hace referencia a su alfoz.

Antonio García, en el centro, explicando las ruinas del monasterio de San Juan de la Hoz

Tras ver las ruinas del monasterio visitamos la parroquia de Nuestra Señor de Covadonga, patrona de Cillaperlata. Su imagen, al parecer del siglo XIII, se considera la más antigua de las que existen de la Santina. La asturiana se quemó en el siglo XVIII y la actual imagen de Covadonga es posterior a la burgalesa. Por cierto, que el templo está junto a la llamada Cueva Grande que se abre junto al cauce del río Ebro, como si fuera el primitivo santuario, la ‘Cueva de la dueña’, de la Señora de Cillaperlata.

La Cueva grande y el Covanuto de Cillaperlata

En la iglesia existe otra talla más antigua traída de la ermita de Nuestra Señora de las Mercedes, en el término de Encinillas, la de la Virgen del Negro Día, que tiene ese nombre por una leyenda sobre una antigua batalla entre moros y cristianos. En la web www.cillaperlata.net se pueden encontrar detalles de estas historias cillaperlatenses y del monasterio de San Juan de la Hoz.

Virgen de Covadonga, en Cillaperlata ....................... Virgen del Negro Día

Dicen que en el libro de la basílica de Covadonga hay una nota con esta referencia: “La única imagen de Nuestra Señora de Covadonga que hay en España está en un pueblecito de Burgos llamado Cillaperlata”. Lo cierto es que la talla de Cillaperlata estuvo en el año 2001 expuesta en Covadonga, en el centenario de la consagración de la basílica asturiana. No sé lo que habrá de verdad en todo esto, pero, sin ser un entendido en la cuestión, yo me quedó con la mirada y la sonrisa inocente (y pícara a la vez) de la Virgen del Negro Día, aunque para descubrirla haya que pegarse a la pared y observarla de soslayo, casi a hurtadillas.

Detalle de la Virgen del Negro Día, de Cillaperlata (Burgos)

Abandonamos Cillaperlata cruzando el río Ebro por el rumoroso, que no rumboso, puente de la central eléctrica. Después hicimos los últimos cinco kilómetros de la marcha por el GR del Ebro, por la senda de la margen izquierda. El sol ya lucía con ganas. Comimos un menú en el restaurante José Luis de Trespaderne (triunfó el picantón asado) y volvimos a Oña en un autobús de Pachín. Jornada redonda.