Los Camisas Negras en Oña

La presencia de los italianos en la Guerra Civil

Aunque la Guerra Civil española siempre ha despertado un importante interés, tanto para el público como para los autores, existen ciertos aspectos ciertamente descuidados. Uno de ellos es la intervención italiana en la contienda. Se ha escrito sobre todo en lo que respecta a la intervención de las dos grandes potencias que estaban irremediablemente abocadas a verse las caras pocos años después: Alemania y la Unión Soviética.

Sin embargo, la intervención fascista italiana en la Guerra Civil española ha sido uno de los eventos históricos menos tratados, cuando en rigor, fue una de las más numerosas, con una aportación de más de 70.000 hombres al bando de los sublevados (sin contar con la Brigada Garibaldi encuadrada en las Brigadas Internacionales, a favor de la República).

Italia fue un país que se vio envuelto en la Primera Guerra Mundial (1915-1918), en una difícil y agitada posguerra (1919-1921) y finalmente en un complejo proceso revolucionario que llevó a la trasformación del país en un régimen nacionalista totalitario,  como fue el Fascismo bajo la batuta de Benito Mussolini hasta la muerte de éste en 1943.

 En la provincia de Burgos, y más concretamente en el norte,  esa presencia italiana ha quedado calada en el imaginativo de muchos niños de entonces, que aún recuerdan vivamente la estancia de soldados italianos en sus pueblos. Como en el caso de Oña, donde, aparte de contar con tropas italianas de descanso, había que  sumar  los  heridos de guerra y enfermos,  por situarse en la villa el Hospital Militar.

Desde el punto de vista geográfico, Oña siempre ha sido  un lugar de transición entre la comarca natural de La Bureba y las Merindades (1). Sus vías de comunicación eran inmejorables. Situada entre 40 y 70 kilómetros del extenso frente norte de Burgos (Valle de Losa, Espinosa de los Monteros, Soncillo), está, por otra parte, unida al ferrocarril del Norte y directamente al frente de Aragón por el llamado Santander- Mediterráneo. (Calatayud, Soria, Burgos ciudad). Hecho de capital importancia para la evacuación de soldados heridos italianos a lo largo de toda la guerra.

La presencia y acantonamiento de los soldados italianos comenzó a partir de la primavera de 1937,  ya que tras el desastre de Guadalajara (que representó una derrota humillante para el ejército italiano) este contingente necesitaba resarcirse y la oportunidad no sería otra que el Frente Norte. Por ello, se procedió a la continua acumulación del Corpo Truppe Volontarie (CTV) en la zona. En la tarde del 6 de mayo de 1937 se procedía a trasladar a la II división de Camisas Negras Fiamme Nere al mando del General Copi, que hasta entonces estaba acantonada entre Valladolid y Palencia. El destino no era otro que el triangulo formado por Briviesca, Trespaderne y Oña. Para el traslado de estos casi 6.398 hombres y todo su equipo fueron empleados un total  de 9 trenes militares y en un tiempo record de solo dos días.

Los efectivos humanos que componían el C.T.V procedían de dos claros y diferenciados grupos: Por un lado el Regio Esercito italiano, con unidades regulares. Y por otro la milicia fascista per la Sicurezza Nazionale, formada por Camisas Negras.

Aparte de los soldados en activo y los de complemento, fueron asignados un diverso contingente de hombres que en su gran mayoría eran trabajadores o agricultores sin trabajo,  que pensaban que serían trasladados a Abisinia a trabajar la tierra o incluso a ejercer de extras en alguna superproducción del cine fascista, como ya había ocurrido durante la grabación de la película Escipión el africano unos meses antes, y no a combatir en la Guerra Española.

«Esta es la división de los sin trabajo (le dijo a Lajolo el ayudante que lo recibió) llevamos fusil, pero esperemos ir a emplear el pico y construir carreteras. De todas maneras supongo que tendremos tiempo para enterarnos mejor ya que aun estaremos unos cuantos días en este barrizal de Littoria, puesto que la división será utilizada para rodar una película. Sí, actuaremos de comparsas, masas, como decía ayer el director, en la película Escipión el Africano» (2).

Davide Lajolo, Il voltagabana

En general, el pueblo  italiano se mostró  en un inicio indiferente, cuando no hostil, a la guerra española, a pesar de los esfuerzos propagandísticos del régimen. Para muestra esta frase de Luigi Barzini, un veterano y conocido periodista del momento: «...Y además ésta es una guerra rara y no estoy seguro de haberla entendido bien» (3).

Según Conforti (4), lo que más predominaba eran los hombres excesivamente jóvenes o los hombres excesivamente mayores para la edad que se debe presuponer en un soldado. En general, el abanico de edades era amplísimo, situándose entre los 18 años y los 56 años. El tema de la voluntariedad de las tropas italianas sigue creando gran controversia pero parece claro que por encima de todo, la ideología fascista no jugó un papel tan principal como sí lo hicieron el hambre y el paro en el sur del país alpino.

Cartas de soldados italianos

Para muchos, España se veía como la oportunidad de llevar un salario fijo y seguro a los hogares, ya que todos los legionarios recibían un sueldo por partida doble (5), en España y en Italia. Sirva de ejemplo cómo en abril de 1937 se realizó un estudio entre los casados que tenían descendencia dentro del grupo de Camisas Negras, que arrojó la cifra de 7.300 hijos para 2.300 hombres. Es decir, de media, cada hombre tenía 3,17 hijos.

En líneas generales pues, como conclusión, puede establecerse cuál era el origen de la mayoría de las tropas y bajo qué circunstancias fueron reclutadas. En palabras del gran escritor italiano Leonardo Sciarcia, puede resumirse en esta frase: «Para escapar del hambre y de la pobreza, los italianos pobres fueron a luchar contra los pobres españoles» (6).

Volviendo a centrarnos en Oña, su hospital militar fue el centro con más capacidad de toda la provincia de Burgos. Fue el resultado del esfuerzo conjunto entre la Cruz Roja, que se encargó de la organización y de la asistencia clínica, y el ejército, que mantuvo la jerarquía y la intendencia. Se inauguró el 19 de marzo de 1937 y en los períodos de máxima ocupación  llegó  a  albergar  1.190 enfermos. Además  se contaba con 100 camas para el personal sanitario interno.

Personal sanitario en el Hospital Militar de Oña

Como en el hospital se atendió a gran contingente de tropas italianas, también asistieron médicos de esa nacionalidad, un capitán y cinco tenientes.  Los médicos italianos fueron los doctores Teniente Dott Cagiati. (De mayo 1937 a agosto 1937), el Teniente Dott Scutti (agosto 1937- enero 1938.), el Capitán Dott Andriani (enero 1938- junio 1938), el Teniente Dott Sediari (julio 1938- octubre 1938), el Teniente Dott Caleca (octubre 1938- mayo 1939) y el Teniente Dott Osorico. (6 de mayo 1939- 11 julio de 1939) (7).

La media de días de estancia en el centro era de 29 días, algo típico en un hospital de retaguardia dado que lo que se buscaba era la recuperación total, antes de ser reincorporados al frente de nuevo.

Habitualmente fue un hospital de retaguardia al que se realizaban evacuaciones desde el frente y los hospitales de sangre cercanos. El pico de ingresados lo tenemos en agosto de 1937 debido a que fue receptor de los heridos (en su mayoría italianos) del frente de Santander (8). También tiene otro pico en enero de 1938 debido a la campaña de Teruel, frente del que también recibió a incontables heridos italianos. Como ya hemos dicho, la elección de Oña como lugar de creación de un hospital de gran capacidad estuvo determinada en gran parte por su facilidad de comunicación por tren. El transporte por ferrocarril constituyó un medio fundamental para el tratamiento de heridos de guerra y se utilizó de forma habitual por ambos combatientes.

Llegada de heridos a Oña por ferrocarril

Durante la batalla de Santander, en agosto de 1937, se convirtió en un centro de primer orden, con traslados en ambulancia de unas dos horas desde el mismo frente. Los heridos italianos que llegaron de la batalla del Escudo venían principalmente con heridas de abdomen, cráneo y tórax, así como heridas en las extremidades inferiores debido a las ráfagas de las ametralladoras enemigas.

En la memoria del hospital  se  recoge el caso de un simpático legionario italiano (9), que llegó con graves heridas en los miembros inferiores por ráfagas de ametralladoras y debido a complicaciones hemorrágicas repetidas se le tuvo que amputar la pierna,  volviendo a su patria «con su sangre totalmente española», debido a que, ante la necesidad, todo el cuerpo facultativo de Oña había tenido que donar sangre.  

Los tenientes Gritti y Fornerone en Oña

Al parecer, la presencia de estos convalecientes soldados italianos también es recordada entre los vecinos. Quedando testimonio en alguna fotografía como una de 1937, en la que puede verse a los tenientes Pippo Pesenti Gritti y Edilio Fornerone. Tomada en la plaza del Padre Cereceda de Oña (antiguamente plaza del Mercado) (10).

Los heridos graves, en el caso de que fuera posible, eran evacuados primero al hospital italiano de Valladolid  043,  para recoger su historia clínica y posteriormente a Cádiz,  para embarcarse en los buques italianos rumbo a su país, ya que las naves-hospital iban a Italia todos los meses (11).

El herido de la primera camilla es Ángel García Pereda, natural de Bocos (Burgos)

Se registraron 100 fallecimientos entre los ingresados, que supone solamente el 0,66% del total. Entre los cuales se encuentran 26 soldados italianos (casi todos, fallecidos en agosto de 1937). Con esta cifra fue necesario ampliar el cementerio de Oña, en contacto directo con el ala norte del edificio. Así mismo fue colocada una gran placa en la que figuraban, a la izquierda, los soldados legionarios italianos muertos con sus nombres, rango y unidad, y a la derecha, los soldados españoles. Dicha cruz se mantuvo en la entrada al Monasterio de Oña hasta el año 2013. Fecha en la que con motivo de la celebración de las Edades del Hombre sería trasladada al cementerio.

Cementerio de Oña con los italianos muertos, en la actualidad exhumados

La importancia del hospital como receptor de tropas italianas se puede ver en las diversas personalidades que visitaron el centro, como la mujer del embajador italiano o el jefe de sanidad de los grupos legionarios de flechas, el Coronel Sabatini, que acudió varias veces.

Las primeras muertes figuran en el archivo parroquial el 10 de Agosto de 1937. Fue el legionario Antonio Balducci, de 26 años de edad y de estado casado. Su muerte fue producida por una bronconeumonía. En este soldado vemos un ejemplo significativo dentro de la intervención fascista italiana, ya que provenía de Buenos Aires. Este italo-argentino que encontró la muerte en Oña nos habla de cómo el fascismo italiano, surgido en un

país de amplia tradición migratoria (sobre todo hacia América), se centró en adoctrinar también a los emigrantes italianos y sus descendientes, no tanto en el ideal fascista sino apelando a su amor a Italia, mediante el binomio «fascismo-patria» (12). Promocionando una imagen benévola del régimen, mostrando los logros en contraposición a la situación de crisis en gran parte del país.

No podemos llegar a determinar las razones que hacen a un argentino cruzar el océano y encontrar la muerte en una guerra que ni siquiera era entendida por los propios soldados italianos (13). Podría ser ese amor a la patria originaria o una simple y a la postre fatal sed de aventura.

Y el 15 de agosto, la segunda muerte es  debida a una herida de guerra en el Escudo, que sufrió el legionario Salvador Raciti, de 23 años y vecino de Catania. Las últimas muertes figuran el 22 de enero de 1938,  la de un legionario procedente de Siracusa llamado Pablo Cicero a la edad de 40 años y de estado casado, cuya muerte se produjo debido a una hemorragia cerebral producida en el frente, y la de José Parvea, de 37 años y estado casado, el 10 de abril de 1938. Las causas del fallecimiento fueron las de un shock por amputación en el citado hospital. Precisamente, de todas las muertes, las dos últimas son las que se descuelgan de la edad media de los fallecimientos, establecida en los 27,62 años (14).

En todas las actas de defunción, figura que los restos de todos los italianos fueron trasladados el 28 de julio de 1941 al Mausoleo italiano del Escudo.

Para finalizar y como pequeña conclusión, queda patente que el final de la guerra no fue en realidad una victoria para Italia, aunque se encontraba en el lado de los vencedores. No obtuvo nada de lo que pretendía al inicio del conflicto. En la población, en general, quedo la impresión, tras las posteriores campañas en Grecia y Albania durante la inmediata Segunda Guerra Mundial, de que fueron todas unas guerras llevadas a cabo con prisas y sin apenas medios (la mayoría de las armas empleadas por los italianos en España procedían del material incautado a los austriacos al final de la Primera Guerra Mundial). Se podría entonces considerar como un verdadero «Suicidio de Masas». De esos 4.000 italianos que encontraron la muerte en España, unidos a los casi 400.000 italianos fallecidos al final de la contienda mundial, existe una reflexión un tanto amarga: el convencimiento de que esos muertos se podrían haber evitado.

Aunque Mussolini con la guerra española buscaba radicalizar a los italianos con la intención de crear un nuevo hombre fascista endurecido por la guerra. Para muchos autores el verdadero objetivo del régimen era el de, apoyándose en una política exterior centrada en la guerra, generar simplemente una cortina de humo para desviar la atención de la sociedad italiana de los desmanes internos de las políticas fascistas.

Lo cierto es que lo que consiguió con campañas como la española fue que empezaran a oírse las primeras voces discordantes contra las políticas fascistas desde dentro del país, muchas de las cuales partían de estos soldados que habían experimentado el coste de una verdadera guerra. No hay que olvidar que muchos acudieron entusiastas a una guerra como esta en buena medida imbuidos por la propaganda fascista, que creó el mito de la experiencia de la guerra como una experiencia sentimental y cultural, evocando la gloria patria, y lo que encontraron esos hombres en la contienda española fue la atrocidad de una guerra en toda su extensión. Quizá, como bien apuntaba Erich María Remarque en relación con las reacciones de los soldados alemanes a raíz de la Primera Guerra Mundial: «Nos hemos convertido en animales peligrosos. No luchamos, nos defendemos de la destrucción» (15).

El monasterio de Oña cuando fue convertido en hospital de sangre


NOTAS:

  1. ROJO DIEZ, E. “Oña y la polémica sobre su ubicación geográfica e histórica”. En López de Gámiz, nº XXXVII, Diciembre 2004, p, 68.
  2.  
  3. LAJOLO, D. Il Voltagabana. Milán, Mondadori, 1963. p. 20.
  4.  
  5. VV.AA. La Guerra Civil Española mes a mes. Nº8: El Duce envía refuerzos (diciembre 1936). Madrid, Unidad Editorial. 2005, p. 12. 
  6.  
  7. CONFORTI, O. Guadalajara la prima sconfitta del Fascismo. Milano, Mursia, 1967.
  8.  
  9. BRASILLACH, R. y BARDÈCHE, M. Historia de la Guerra de España, Valencia, Editorial Augustinos, 1966, p. 187. 
  10.  
  11. SCIARCIA, L. El antimonio. Barcelona, Editorial Tusquets, 2001, p. 224. En El Antimonio se abordan las nefastas circunstancias de la época, tanto en Italia como en España: un minero italiano, llevado por la necesidad y el hambre, se ve obligado a enrolarse en las filas fascistas que luchan durante la guerra civil del lado sublevado. 
  12.  
  13. Memoria del hospital militar de Oña, CRUZ ROJA ESPAÑOLA, 1940, p. 80.
  14.  
  15. DE FRUTOS HERRANZ, M. Hospitales en Burgos durante la Guerra Civil (1936-1939). Burgos, Ayuntamiento de Burgos, 2009. 
  16.  
  17. Memoria del hospital militar de Oña, Op. Cit., p. 90.
  18.  
  19. Archivo de Estudios Onienses.
  20.  
  21. ESCRIBANO, E. Por Jesucristo y por España: las Hijas de la Caridad de la provincia española en trescientos veinticinco hospitales de sangre durante la cruzada nacional.  Madrid,Gráficas Uguina, 1941, p. 33.
  22.  
  23. LAPIZZANO, H; “Gli italio argentini in Arica Orientale 1935-1936”. (2005).
  24.  
  25. DOMINGUEZ MENDEZ, R. Dos instruentos en la propaganda exterior del Fascismo: emigración y cultura. Revista de Historia contemporánea Hispania Nova. Nº10. Año 2012.
  26.  
  27. Oña, libro de finados. Tomo 14. 1927-1955. Parroquia El Salvador 1927-1955
  28.  
  29. REMARQUE, E.M. Sin novedad en el frente, Barcelona, Planeta, 1960. 

FUENTES Y ARCHIVOS CONSULTADOS:
Parroquia El Salvador, Oña
Archivo de Estudios Onienses

BIBLIOGRAFÍA:
BRASILLACH, R. y BARDÈCHE, M. Historia de la Guerra de España, Valencia, Editorial Augustinos, 1966. 
CONFORTI, O. Guadalajara la prima sconfitta del Fascismo. Milano, Mursia, 1967.
DE FRUTOS HERRANZ, M. Hospitales en Burgos durante la Guerra Civil (1936-1939). Burgos, Ayuntamiento de Burgos, 2009. 
DOMINGUEZ MENDEZ, R. Dos instrumentos en la propaganda exterior del Fascismo: emigración y cultura. Revista de Historia contemporánea Hispania Nova. Nº10. Año 2012.
ESCRIBANO, E. Por Jesucristo y por España: las Hijas de la Caridad de la provincia española en trescientos veinticinco hospitales de sangre durante la cruzada nacional. Madrid,Gráficas Uguina, 1941
LAJOLO, D. Il Voltagabana. Milán, Mondadori, 1963.
LAPIZZANO, H; «Gli italio argentini in Arica Orientale 1935-1936». (2005).
Memoria del hospital militar de Oña, CRUZ ROJA ESPAÑOLA, 1940.
REMARQUE, E.M. Sin novedad en el frente, Barcelona, Planeta, 1960. 
ROJO DIEZ, E. «Oña y la polémica sobre su ubicación geográfica e histórica». En López de Gámiz, nº XXXVII, Diciembre 2004
SCIARCIA, L. El antimonio. Barcelona, Editorial Tusquets, 2001
VV.AA. La Guerra Civil Española mes a mes. Nº8: El Duce envía refuerzos (diciembre 1936). Madrid, Unidad Editorial. 2005.

 

Es un artículo de Carlota Martínez Sáez (Universidad de Burgos) para www.onienses.com
Fotografías: Asociación de Estudios Onienses