“Breve relación de las dificultades que encontraron los caminos para atravesar el desfiladero del río Oca”, López de Gámiz, XXXVI, (2003), pp. 73-90.

Por Eduardo Rojo Díez

Las comunicaciones entre la Bureba y la Montaña burgalesa siempre se han encontrado con el obstáculo del desfiladero que atraviesa el río Oca a su paso por Oña y el que continúa desde su desembocadura en el Ebro por el cañón de la Horadada. En la época medieval se utilizaron incluso puentes voladizos incrustados en paredes rocosas perpendiculares al lecho de río para poder atravesar el desfiladero y cruzar los montes Obarenes. En la actualidad hay un bonito mirador en ese lugar de la nacional 232, denominado la Peña de los Agujeros. Aunque posterior, y ya de acceso sólo peatonal, destaca también el llamado Puente de la Blanca, que se caracteriza por su estructura oblicua, como si fueran dos puentes, en distintos planos, unidos entre sí. El camino medieval más antiguo recorría la margen derecha del Oca y cruzaba el Ebro por el puente de la Horadada, que entonces estaba aguas abajo de la desembocadura, al contrario que los dos últimos que quedan en pie.

El artículo repasa también ciertos episodios históricos ocurridos en estos desfiladeros, desde las incursiones árabes hasta la guerra de Independencia. Se hace también eco de los viajeros ilustres que atravesaron el desfiladero para ir o venir a Laredo, donde se embarcaba rumbo a Inglaterra. Entre ellos están los Reyes Católicos, Carlos I y Felipe II, que se hospedaron en el monasterio de Oña.

Algunos autores, en sus libros de viajes, también dejaron escrita la impresión que les causó recorrer el desfiladero. En la Biblia en España (1842), Georges Borrow ofrece una descripción tenebrosa del paso, propia de la literatura romántica, al igual que la que realizó Amador de los Ríos. El poeta y embajador de Venecia en España, Andrea Navagero, en su Viaje por España (1525-1526) prefiere detenerse en la descripción de la belleza del entorno del monasterio y en lo bien que vivían los monjes de Oña.

Se dedica también un apartado al camino de hierro, a la implantación del ferrocarril Santander-Mediterráneo, cuyos trenes cruzaron el desfiladero del Oca-la Horadada entre 1929 y 1985, año en el que el gobierno cerró la línea. Durante la Guerra Civil este ferrocarril sirvió para evacuar a los heridos del frente y trasladarlos al Hospital Militar que se montó en el monasterio de Oña, dentro de la zona nacional.