Félix Pereda se quedó huérfano de niño porque su madre fue una de las víctimas que se cobró la gripe de 1918: “Suspendieron la fiesta de Santa Paulina porque en cada casa había desaparecido uno”. Cuando tenía 7 años también se murió su padre y a esa edad entró a trabajar con los jesuitas: recolectando ciruelas, machacándolas y sacándoles el hueso para hacer mermelada.
Los padres de Carmen García se dedicaban a la labranza y en las fiestas vendían churros, limonada y vino. Su padre fue concejal republicano y permaneció tres años en las cárceles franquistas. Carmen describe como una noche, a las tres de la madrugada, sacaron a su padre de la cama y se lo llevaron mientras todos sus hijos contemplaban la escena llorando por la ventana: “Quitaos de ahí o disparamos”.
Se casaron en 1936, en plena guerra, pero Félix fue llamado al frente y Carmen se encontró con su padre en la cárcel por ser militante de la UGT y su marido en la guerra con los nacionales, con quienes participó en la Batalla de Teruel. Fueron años difíciles en los que los más pequeños tuvieron que asistir al comedor del Auxilio Social.