Oña: Una historia siempre contada

Oña en las crónicas medievales

Alfonso X

Los libros de historia empiezan pronto, hace más de un milenio, a recoger el nombre de Oña en sus páginas. La primera referencia aparece en el Muqtabis V , la crónica del historiador hispano-árabe Ibn Hayyan (987-1076), y tiene que ver con la aceifa de castigo ordenada en la zona por Abderramán III en el año 934, que afecta a “la fortaleza de Oña, su llano ?dominio? y monasterio de su nombre”.

La Crónica Najerense (1160) recoge ya la noticia de la fundación del monasterio de Oña por el conde Sancho García, sin poder sustraerse a relacionar el origen de la abadía oniense con el intento de envenenamiento del conde por parte de su propia madre (Leyenda de la condesa traidora).

Esta ficción, junto a hechos históricos como los enterramientos en Oña de los reyes Sancho III el Mayor de Navarra y Sancho II de Castilla, se irá transmitiendo en los libros de historia durante toda la Edad Media. La recoge el arzobispo de Toledo, Rodrigo Ximénez de Rada, en su Historia de Rebus Hispaniae (1243) y la Primera Crónica General de España (1290), mandada escribir por Alfonso X el Sabio, donde además se asocia el topónimo Oña al nombre de la madre de Sancho García.

Lope garcía de salazar

En el siglo XV, la Crónica abreviada de España, de Diego Valera, y Las bienandanzas e fortunas, de Lope García de Salazar, también hacen mención a cuestiones históricas relacionadas con Oña.

Los historiadores del Siglo de Oro

Tras la época dorada medieval, el monasterio de Oña va perdiendo poder en los ámbitos económico y político y su posición dentro de la historiografía disminuye en relevancia. Sin embargo, el peso de su pasado histórico mantiene a Oña en la obra del más destacado historiador del siglo XVI, el humanista Ambrosio de Morales, que escribió la renombrada Crónica General de España (1574-86), o en la Historia de España (1601) de Juan de Mariana. El cronista José Moret, en sus Anales del Reino de Navarra (1674 y 1695), también habla de la fundación de Oña y de las intervenciones reales en su monasterio, lo mismo que Esteban Garibay en Los Quarenta libros del compendio historial (1570-72).

Crónica General de la Orden de San Benito (Antonio Yepes)

Por cierto, la fuerza de la tradición pudo más que la investigación documental debido tal vez a la magnitud y lo voluminoso de las obras que emprendían? e hizo que estos autores no se atrevieran a desvincular definitivamente la ficción de la historia en el origen del convento oniense, aunque dudaran de su veracidad.

Los cronistas de la orden de San Benito

Aunque los historiadores que hemos visto con anterioridad eran todos religiosos, a excepción de Garibay, la labor historiográfica de los cronistas benedictinos profundiza más en la historia de Oña, al regirse su monasterio por la regla de San Benito. El primero que lo hizo fue Antonio Yepes, que escribió la Crónica General de la Orden de San Benito (1609-1621), y que fue el encargado de aclarar el entuerto de demostrar que la madre de Sancho García se llamaba doña Aba, no Mioña, y que el nombre de Oña era anterior a la existencia del monasterio. Yepes, que manejó bien la documentación histórica, se dedica también a escribir sobre los abades que tuvo el convento y sobre San Íñigo y sus milagros.

En 1675, Gregorio de Argaiz, archivero de Oña, publica Soledad laureada por San Benito, en la que dedica un buen número de páginas a hablar del convento de Oña, sus abades y su dominio monástico. Ofrece datos y documentos interesantes y únicos, pero su figura como historiador ha quedado devaluada porque tomó como fuente el falso Cronicón de Hauberto y relacionó la fundación de Oña con los romanos, además de creer que fue sede catedralicia con el obispo Facículo al frente.

Soledad Laureada de San Benito (Gregorio Argaiz)España Sagrada (Enrique Flórez)

Francisco Berganza escribe Antigüedades de España (1719-21), una obra que recoge datos sobre los enterramientos de condes y reyes en los panteones y proporciona una interesante información sobre algunos epitafios que en la actualidad han desaparecido.

Aunque no es benedictino, el padre Enrique Flórez dedica un amplio capítulo a la historia de Oña en el tomo XXVII de su España Sagrada (1772). Se trata de una labor recopilatoria de lo que se había escrito hasta entonces.

El siglo XX: de los primeros jesuitas de Oña a los historiadores profesionales

Oña y su real Monasterio (Enrique Herrera Oria)

El siglo XIX no es propicio para encontrar referencias de Oña en los libros de Historia. Las tendencias positivistas y la desamortización de Mendizábal -que supone la expulsión de los benedictinos- no ayudan a ello.

Sin embargo, los jesuitas llegan a Oña en 1880 y las cosas cambian. Tras las investigaciones sobre prehistoria de los padres Ibero y Rodríguez (publicadas en las revistas Razón y Fe e Ibérica), Enrique Herrera Oria alumbra una de las obras emblemáticas: Oña y su real Monasterio (1917). Se trata en realidad de la edición de un manuscrito del finales de siglo XVIII escrito por el benedictino Íñigo Barreda, pero el estudio introductorio de Herrera Oria y sus anotaciones tienen una dimensión crítica y científica sin precedentes al hablar de Oña.

La Bilblia de Oña (Teófilo Ayuso Marazuela)

En los años 40, Luis María Viana saca su Real monasterio de Oña. Estampas histórico-artísticas, centrado sobre todo en el arte que alberga la abadía y la iglesia de San Salvador (se incluyen muchas fotografías), y después Nemesio Arzalluz publica El monasterio de Oña (1950), centrado en la historia y el arte de Oña, con algunas aportaciones documentales. Con anterioridad Teófilo Ayuso Marazuela publicó La Biblia de Oña (1945), un riguroso estudio paleográfico sobre las páginas que se conservan de la Biblia gótica que tuvieron los benedictinos.

Documentación del monasterio de San Salvador de Oña (Isabel Oceja)

El salto cualitativo en la historiografía sobre Oña lo realiza Juan del Álamo con la Colección diplomática de San Salvador de Oña (822-1284), de 1950, en el que transcribe más de 700 documentos que son la base para futuros estudios sobre el monasterio y realidades históricas más amplias. Varias décadas después, estos textos fueron completados por Isabel Oceja en Documentación del monasterio de San Salvador de Oña (1285-1350), obra publicada en cuatro tomos entre los años 1983 y 1986.

Las aldeas castellanas en la Edad Media (Francisco Ruiz Gómez)

Santiago Olmeda Bernal, en Una abadía castellana en el siglo XI. San Salvador de Oña (1285-1350), hace un análisis detallado de la evolución del monasterio en esa época, con especial incidencia en los asuntos espirituales y eclesiásticos. La gran obra sobre el poder económico de los benedictinos de Oña está publicada por Francisco Ruiz Gómez y se llama Las aldeas castellanas en la Edad Media: Oña en los siglos XIV y XV (1990). Se trata de un estudio exhaustivo en el que este historiador maneja documentación hasta ahora no utilizada (la de la iglesia parroquial de San Juan de Oña), cuyo corpus aparece recogido en su tesis universitaria, pero no en el libro en cuestión. Juan José García González y Marta Bonaudo realizaron con anterioridad también importantes tesis doctorales sobre la economía del monasterio oniense durante la Edad Media.

Existe otro libro, raro de encontrar, editado por Cruz Roja Española, La memoria del hospital de Oña (1940), que recoge la historia del monasterio cuando fue utilizado como hospital por las fuerzas franquistas durante la Guerra Civil. Precisamente, uno de los últimos libros editados sobre esta villa burgalesa aborda la recuperación de la memoria histórica. Se titula La memoria del Siglo XX. Oña (2003), de Eduardo Rojo Díez, y recoge testimonios directos de las vivencias de gentes del pueblo antes, durante, y después de la Guerra Civil.

Memoria del Hospital de Oña (Cruz Roja Española)Colección diplomática San Salvador de Oña (Juan del Álamo)Memoria del Hospital de Oña (Cruz Roja Española)

De este mismo autor es la publicación Oña y su monasterio en el pasado de Castilla. Historia, cultura y topnimia (2009), que aborda aspectos novedosos de la historia milenaria de la villa oniense.