La muerte del Infante García

Seguramente muchos recordarán al igual que yo la excelente escena de nuestro querido Cronicón en la que el infante don García, moribundo tras sufrir una emboscada, llega auxiliado por dos soldados hasta donde le espera su prometida, la infanta leonesa Doña Sancha. Los hechos que recoge la dramática escena tuvieron lugar en León un martes 13 de Mayo de 1029, cuando un grupo de individuos se abalanzó sobre el joven infante castellano, hiriéndole de muerte a las puertas de la iglesia de San Juan Bautista, donde se había de celebrar su boda con la infanta leonesa. Su asesinato tuvo consecuencias de una importancia trascendental para Castilla, ya que el crimen dejaba sin heredero al condado castellano. En esa circunstancia, Sancho III el Mayor de Navarra, también presente en la capital del reino leonés, hizo valer los derechos que le otorgaba su matrimonio con doña Nuña, hermana del joven infante asesinado, e incorporó el condado castellano a su reino, convirtiéndolo así en el más extenso y poderoso de los reinos cristianos peninsulares.

Tradicionalmente se ha atribuido este asesinato a la familia de los Vela, nobles alaveses enemigos de los condes castellanos, y que se encontraban refugiados en León desde hacía tiempo atrás. Así se contaba en los numerosos romances a los que dio pie el trágico suceso, y que narran así mismo el cruel castigo al que Sancho III condenó a los Vela al ser capturados.

"... Luego el buen rey de Navarra con sus dos hijos hermanos, y mucha gente consigo, en Monzón los han cercado. Prendieron a todos tres vivos los habían quemado. Hernán Flayno, ese traidor, se les había escapado (...) Trajéronlo do es la infanta, a ella lo han entregado, y fizo en él tal justicia que lo mató por su mano"

Las crónicas históricas redactadas con posterioridad, como la Crónica General de Alfonso X el Sabio o el Chronicon Mundi de Lucas de Tuy, escritas ambas más de dos siglos después de que tuvieran lugar aquellos acontecimientos mantienen la misma versión de los hechos que la que se había hecho popular a través de los romances. Sin embargo parece dudoso que fueran los Vela los auténticos asesinos del infante García. En la monumental obra La Soledad Laureada por San Benito y sus hijos en las Iglesias de España escrita sobre 1675 por el padre Argaíz, se recoge el epitafio que figuraba en sepulcro del infante en Oña, y en él se acusaba directamente a Gonzalo Muñoz, Munio Gustioz y Munio Rodríguez como autores del crimen. Los tres eran grandes magnates castellanos de la época, y habían acudido a León como parte del cortejo del conde. ¿Qué intereses había en culpar a otras personas del asesinato?

Desde el fallecimiento del conde castellano Sancho García en 1017 se abrió una difícil etapa para el condado castellano. El heredero del condado, el infante García era aún un niño, y Sancho III aprovechó esta coyuntura para tratar de acrecentar su influencia sobre el condado castellano. Desde el fallecimiento del conde, su esposa Doña Nuña, hija del difunto y hermana del heredero del condado comienza a firmar los documentos con el nombre de Doña Mayor, tratando de hacer así patente su primogenitura. La nobleza castellana se encontraba dividida entre los que se mantenían fieles al joven infante, y los partidarios de la penetración navarra. En un momento en el que la autoridad condal aparecía seriamente debilitada, muchos nobles veían con buenos ojos la política del rey navarro, en cuyo reino eran más marcadas las tendencias feudalizantes procedentes de Europa que dejaban un amplísimo margen de autonomía a la nobleza, tendencias que por el contrario eran extrañas en el resto de los reinos cristianos peninsulares.

En el lado opuesto los fieles al conde castellano, entre otros intereses, parecen ser partidarios de la conservación de las tradiciones castellanas. Entre estos últimos destaca el Monasterio de Oña importante foco de “castellanismo” según el medievalista Pérez de Urbel. Como sabemos, el monasterio estuvo íntimamente ligado desde su fundación a la dinastía condal castellana y además, estaba fuertemente interesado en conservar su observancia religiosa tradicional frente a la observancia benedictina procedente de Francia que el rey navarro había comenzado a imponer en sus dominios. Los tres asesinos habían sido en este contexto unos de los principales artífices de la penetración navarra en Castilla. La implicación de los partidarios de Navarra en el crimen podría dar lugar a interpretaciones erróneas, ya que el principal beneficiario del mismo era Sancho III que heredaba de esta forma el condado castellano. Tal vez por este motivo se trató de desviar la atención del asesinato sobre otros nobles, los Vela, tradicionalmente enemistados con los condes castellanos.

Tras la incorporación a Navarra, las nuevas tendencias europeas en política, religión y cultura llegaron a Castilla. En el Monasterio de Oña se impuso la reforma cluniacense, dejando a partir de entonces de ser dúplice y se abandona el viejo rito mozárabe para adoptar el rito romano. Sin embargo, la unión al reino Navarro no duraría mucho tiempo. Antes de morir en 1035, Sancho III dividió su extenso reino entre sus hijos, heredando Castilla, ya como reino su hijo Fernando, que reinaría desde ese mismo año con el nombre de Fernando I de Castilla.

Mario Pereda