En anteriores ocasiones hemos hablado de uno de los extraordinarios códices que albergaba la biblioteca del Monasterio de San Salvador de Oña. Sin embargo, la conocida hoy en día como “Biblia de Oña” era sólo una más de las joyas bibliográficas que generaciones de monjes onienses atesoraron con esfuerzo y tesón. Por una extraña casualidad del destino se ha podido conocer qué libros albergaba la biblioteca del monasterio hacia el siglo XIII, y de esta forma podemos conocer algo más sobre sus orígenes y su desarrollo durante estos años. Como veremos, de haberse conservado este patrimonio intacto, hoy en día la colección bibliográfica de Oña sería una de las más importantes de las conservadas en toda la Península.
Desde su fundación en el año 1011 por el conde don Sancho se trató de dotar al monasterio de San Salvador con una amplia colección de textos, tal y como correspondía a un monasterio de su categoría. Entre ellos se encontraban las obras imprescindibles para la liturgia y la vida monástica, que en los reinos cristianos de la Península de aquella época seguía un ritual específico conocido actualmente como “mozárabe”. Entre estas obras destacaban un “Comentario al Apocalipsis de San Juan” de Beato de Liébana y un códice con la Colección Hispana de Concilios, que según un testimonio de la época contenía “multas imagines et multas picturas variis coloribus decoratas”. Además no podían faltar una serie de obras de los grandes padres de la Iglesia como “De Civitate Dei” de San Agustín, y otras obras de San Gregorio, San Jerónimo, San Ambrosio, etc. Casi todos estos códices eran anteriores a la fundación del monasterio tal y como sucedía con la Biblia de Oña, y procedían seguramente de donaciones. Un ejemplo de este tipo de donaciones lo podemos encontrar entre la colección de documentos del monasterio, entre los que figura una donación de libros realizada por doña Sancha Jiménez al abad Pedro de San Salvador de Oña con destino al monasterio de Santa María de Mave (perteneciente a Oña) en 1206. En la actualidad, de todos estos códices escritos en estilo visigótico sólo se conservan algunas páginas que fueron descubiertas en el Archivo Histórico Nacional, sirviendo de carpetas a documentos procedentes del archivo Monástico.
Tras el nombramiento de San Iñigo como abad de Oña, comienza a introducirse lentamente en el Monasterio la Reforma Cluniaciense, procedente de Francia e impulsada por Sancho III el Mayor, con lo que se abandona el viejo rito mozárabe y se impone el romano, al igual que en el resto de la Europa cristiana. Esta reforma tuvo su reflejo en la biblioteca, en la que se observa la llegada de varios textos procedentes de Francia y se va imponiendo el tipo de letra carolingia frente a la visigótica propia de los códices anteriores. Además de textos religiosos, durante estos años comienzan a introducirse en la biblioteca obras de autores latinos como Terencio, Juvenal, Virgilio, Ovidio, Lucano o Salustio. Pero la biblioteca monástica no será solamente una mera receptora de obras, sino que durante esta época comienzan a copiarse libros en el scriptorium del monasterio destinados tanto a la propia biblioteca como al exterior. Aunque no conocemos con exactitud qué obras salieron de manos de los monjes onienses, éstas hubieron de ser abundantes, ya que a mediados del siglo XVII el Padre Argaiz menciona en su obra “Soledad Laureada” la gran cantidad de libros conservados en aquellos años que se copiaron en el monasterio en tiempos del abad Juan (1088-1115).
En la actualidad, por desgracia, sólo se conservan intactos dos de los códices manuscritos que pertenecieron a la biblioteca del Monasterio, y que fueron sacados de él antes de las Desamortizaciones. Uno de ellos se encuentra en la Biblioteca Ambrosiana de Milán, y el otro, que contiene las “Sentencias” de San Isidoro, se conserva en la biblioteca del Monasterio del Escorial. En una de las páginas de este último figura un listado que recoge los códices con que contaba la biblioteca a comienzos del siglo XIII. Curiosamente, en el monasterio de Santo Domingo de Silos se halló otro listado similar en otra obra de San Isidoro, las “Etimologías”, donde también figuran los códices que contenía en su época la biblioteca del conocido monasterio. En la lista del códice oniense figuran 75 títulos. Algunos de ellos están repetidos y otros se dividen en varios volúmenes, con lo que el número total de códices llegaba a los 95, una cantidad nada despreciable en una época en la que los voluminosos libros eran escritos a mano página a página. Gracias a este documento hemos podido conocer la excelente colección de autores cristianos y latinos que, como hemos visto, albergaba el monasterio en aquellos años. Por desgracia, la mayor parte de estos libros, junto a los que fueron añadiéndose en el transcurso de los siglos posteriores, se fue perdiendo a lo largo del siglo XIX. Muchos de ellos sufrirían un fin parecido al que vimos que sufrió la “Biblia de Oña”. Un triste final sin duda para la que hubiera sido una de las colecciones bibliográficas medievales más importantes de la Península Ibérica.
Mario Pereda.