María Rojo Arnaiz (Oña, 1908):

La soledad de la guerra

maria rojo

Con nueve años María Rojo ya fue enviada a servir a los pueblos de alrededor, a cuidar los niños y los pucheros para que los padres se fueran al campo tranquilos. Su única hija nació en Colindres (Cantabria) y con cuatro meses la trajo a Oña para que la conocieran sus padres. Entonces estalló la guerra y su pueblo y el de su marido quedaron separados por el frente. Para cuando María consiguió llegar a Santander su marido había muerto. “Me casé a los 27 años años y el marido me duró catorce meses. Le asaron como a un chicharro, que dicen que no tenían lugar para enterrarlos, pero a nosotros nos dijeron que estaba desaparecido”.
María, ya viuda, sacó adelante a su familia lavando la ropa del párroco y de los jesuitas, con continuos problemas de salud debido a las mojaduras. Cuenta que en el entierro de don Manuel, el cura para el que trabajaba, se quedó estupefacta al comprobar que se le quedaron las manos blancas y finas, como si fueran unas manos de cera, unas manos que parecían de Virgen.