Por el lomo de la Gumbela (14 kms)

El 12 de abril de 2014 la primavera seguía revuelta. La web del tiempo de Maldonado daba algo de lluvia hacia el mediodía, pero, afortunadamente, se equivocó e hicimos la marcha sin mojarnos, ni siquiera con la escarcha porque la noche fue templada. El cielo, sin embargo, mantuvo una neblina pertinaz que no nos permitió disfrutar de los paisajes en todo su esplendor. La ruta estuvo planteada en círculo, con salida y llegada en Quintanaopio, con el objetivo de ascender las dos principales cumbres que se levantan en la Gran Sierra, la espina dorsal que divide el Valle de Caderechas: Castil Viejo, de 1.079 metros de altura, dentro de la zona conocida como la Gumbela, y el Mazo, de 1.035 metros de altitud, sin bien es cierto que está separado de la sierra anterior por el desfiladero del río Vadillo, que después se transforma en el Caderechano, a la altura del pueblo llamado Río Quintanilla. El Valle de Caderechas está formado por infinidad de arroyos de aguas claras y cantarinas y el topónimo procede seguramente del latín Cataracta (‘catarata’).

Castil Viejo (izq.) y el mazo (dcha)

En Oña cogimos los coches y nos dirigimos a Quintanaopio. Desde allí tomamos el camino hacia el Mazo, que sale entre las casas, en la carretera que va hacia Ojeda y Madrid de Caderechas. Hay unas señales no convencionales en el camino que nos facilitan la subida. Primero se va por un camino ancho, por el lado derecho del Mazo, que empalma, por la izquierda, con un sendero que va rodeando el monte por la base hasta colocarnos detrás, desde donde por unas fincas de cerezos y un empinado vallejo se asciende hasta una mesetilla. Ahí hay que volver a girar la izquierda para acometer la subida final hasta  la cumbre.

En fila, subiendo al Mazo

Meseta previa al tramo final de ascenso al Mazo

Desde el pequeño portillo, una flecha en el suelo (dibujada con piedras) nos hace girar de nuevo a la izquierda, como decimos, para alcanzar la cumbre del Mazo por detrás del monte. Tras circular entre carrascas por la zona plana de la cima, sin referencias visuales hacia los lados, el sendero nos lleva hasta una caseta abandonada de vigilancia contra incendios que marca el punto más alto del Mazo. El deteriorado buzón está pasados unos metros, asomándose al caserío de Quintanopio. Las vistas son magníficas hacia todos los lados. Estamos en el centro del valle de las Caderechas.

Foto de grupo en la cumbre del Mazo, con el próximo objetivo, Castil Viejo, detrás

Cantabrana, en primer plano, y Oña, al fondo del Valle, vistos desde el Mazo de Quintanopio

Desandamos el camino del Mazo hasta la mesetilla antes mencionada. Ahí, en vez de girar por donde subimos, nos vamos hacia la izquierda, por donde enseguida se ve un senderillo que baja hasta unas fincas de cerezos. Estaban en flor, uno de los espectáculos en esta época del Valle de Caderechas.

Cerezos en flor en Rio Quintanilla, debajo del Mazo

 

Cerezos en flor en Rio Quintanilla, también debajo del Mazo

Enseguida llegamos hasta Río Quintanilla, cruzamos la carretera, el pueblo y el río y giramos hacia la derecha por un camino que continúa hasta Aguas Cándidas. Nos detuvimos en la iglesia románica dedicada a San Emeterio y San Celedonio, aislada de los dos barrios de Río Quintanilla. Era un buen sitio y una buena hora para almorzar, pero nos quedaba por subir otra cumbre y preferimos hacerlo sin el estómago lleno.

Iglesia de San Emeterio y detalle de un canecillo

Más adelante nos encontramos un cruce. De frente se dirige hacia Aguas Cándidas, pero giramos a la izquierda para tomar un agradable camino entre pinos y brezos, que pronto se convierte en un sendero que se orienta hacia la sierra, que llega en concreto hasta Peña Blanca, un colmillo albino que sale de las fauces de la Gumbela.

La trocha no es larga, pero tienen tramos empinados y, al final, el piso es de cascajo y no es una subida cómoda. Desembocamos justo debajo de Peña Blanca. Bordeamos la roca por la izquierda y llegamos a un pequeño portillo. Buscamos en la misma cima el sendero que sube por la izquierda      hacia nuestro próximo objetivo: Castil Viejo.

Peña Blanca

Ligeramente orientados a la otra vertiente, iniciamos un ascenso complicado, muy serpenteante y con tramos en los que hay que echar la mano a los arbustos para tomar impulso y saltar los escalones de piedra que nos asaltan. A menudo, nos quedamos en el mismo borde del cantil, con unas vistas preciosas hacia la Bureba si no se tiene miedo al vacío.
Una vez que alcanzamos la cima, en un descampado, hay que seguir unas veredas no muy precisas, con algún giro brusco y, si tenemos suerte de acertar a la primera (ahora hay unos pequeños hitos que conviene tener en cuenta), desembocamos en el buzón de Castil Viejo. Las vistas, increíbles; la temperatura, buena: es el momento de descansar y tomar el bocadillo.

Almuerzo en Castil Viejo, con la garganta de Hozabejas y la carretera que sube al Páramo, al fondo

 

El grupo en la cumbre de Castil Viejo

Después del almuerzo toca desandar el camino desde la cumbre hasta Peña Blanca. Una vez allí, no seguimos el descenso por la derecha (por donde habíamos subido), sino que continuamos de frente y ascendemos un repecho, para seguir la cordada. No es un camino en sí, pero hay pequeños senderillos que nos permiten ir sin pérdida por la cumbre hasta que llegamos a un portillo, una depresión significativa de la cumbre. Existe la opción de cruzar una alambrada y tomar un cortafuegos, a la derecha, que nos lleva a un camino que desemboca en Aguas Cándidas, pero nuestra meta es volver a Quintanaopio sin pisar la carretera. Así que hacemos un giro brusco a la izquierda y nos orientamos hacia una pista que vemos debajo. Bajamos en diagonal hacia la izquierda, aunque parezca que nos desviamos del objetivo, y después de frente hacia el camino ancho. El último tramo es campo a través y haya que ir buscando las zonas libres de vegetación para no quedar cerrado. Hay que tener cuidado porque el salto a la pista es brusco y con mucha cascaja, pero se puede hacer. Una vez en el camino, en la misma y pronunciada curva, nace un sendero que nos lleva por el fondo del vallejo. Lo tomamos para evitar la incomodidad de la pista. Al final no queda más remedio que transitar por ella. Antes de salir a la carretera entre Cantabrana y Quintanaopio, giramos a la izquierda para dirigirnos a Quintanaopio por un bonito camino entre fincas que, al llegar al pueblo, cruza el río y sale cerca de la iglesia. Fin de la excursión, ya podemos sentarnos, pero no en cualquier sitio...

Banco junto a la carretera en una casa de Quintanaopio

Si es verano, nos podemos tomar una cerveza el bar que abren los vecinos del pueblo, donde estaba la antigua tasca de Tarsicio: precios populares y plaza agradable. No son muchos kilómetros, pero la etapa es durilla porque se suben dos montes de más de mil metros desde abajo, con un desnivel acumulado de casi 800 metros. La Gumbela es un monte complicadillo para hincarle el diente. El nombre se puede relacionar con Cumbella, que procede del celta KOMBA, que significa ‘colina, loma’, el mismo origen que la localidad cántabra de Comillas.