Ruta circular por los tejos de Cilla (13 kms)
Descenso hacia Panizares desde el Coronilla, con el Valle de Valdivieso al fondo
Subir a los tejos de Tartalés de Cilla siempre merece la pena, pero si además el día acompaña la excursión resulta espectacular. Y más si optamos por evitar los caminos más directos y damos un rodeo para disfrutar de bonitas sendas y agradables paisajes. El punto de salida y destino fue Panizares, donde hay un buen aparcamiento, frente a una iglesia recién restaurada, con restos románicos. Por Panizares pasa el famoso GR 85, pero nosotros utilizamos una parte de la ruta balizada por el Ayuntamiento del Valle de Valdivielso y pusimos rumbo a la senda que transcurre por Peña Escalera, con los rayos de sol todavía oblicuos desde el orto. La formación, al inicio de la ruta, de libro.
Después de hora y media de caminata, llegamos al vallejo de los tejos milenarios, que está a mil metros de altitud y que baja hasta el desfiladero de la Horadada por donde discurre el río Ebro. Fue un momento emocionante y triste. Siempre impresiona contemplar estos viejos árboles, y más a los que los descubren por primera vez con ojos incrédulos, pero en esta ocasión comprobamos con pena que dos ejemplares (los números 16 y 17) no han podido soportar este invierno de nieves. Uno de ellos arrastró al otro en su caída, como mueren los viejos amantes que no soportan quedarse solos en este mundo. Pensábamos que «echar los tejos» era otra cosa… Suponemos que el personal de la Junta de Castilla y León responsable del control de esta reserva única de tejos estará al corriente del desastre, pero por si acaso hemos dado parte a los gestores del Parque Natural. No descendimos más por la barranca, pero tal vez haya otros ejemplares derribados. Uno que está hueco, sin embargo, aguanta en pie de manera inverosímil.
El tejo es un árbol mágico y por si acaso nos reconciliamos con uno de ellos abrazándonos a su tronco. Después subimos hasta una zona con más luz y almorzamos, con bota de vino y con vistas al desfiladero de la Horadada. Enfrente, perfectamente marcado, el vallejo de Viñuelas, que separa los términos municipales de Oña y Cillaperlata.
En vez de bajar desde los tejos de nuevo a la pista del fondo del valle y desde allí subir al Coronilla, optamos por crestear desde la tejeda hasta la mencionada cumbre, de 1.162 metros de altura. La senda se pierde y es agreste, es más bien intuitiva, pero compensa no tener que bajar y volver a subir. Y además descubrimos numerosos lugares con gamones, que comenzaban a echar la flor, que crecían enhiestos y dignos, como buenos vecinos del barrio burgalés de Gamonal. En un pispás, hicimos cumbre en el Coronilla, con amplias vistas a Valdivielso y a la sierra mayor de la Tesla (Peña Corba, San Mamés, la ermita de Pilas a lo lejos…).
Encaramados a la corona del Coronilla
El final de la excursión también fue refrescante, porque tomamos una caña en el bar de Cereceda, el que está en las antiguas escuelas. Un local anarquista en la entrada al Valle de Valdivielso. Algunos llegaron tarde porque pararon, y con suerte, en la Fuente del Oro María, donde el agua aparece y desaparece como por arte de encantamiento. Tal vez algo tenga que ver la magia de los tejos…
Valle de Valdivielso