MARCHAS DE OTOÑO

Viaje a la media luna de Valderejo (21 kms)

La Horca – Lalastra – San Lorenzo – Recuenco – La Horca

El grupo en el menhir que señorea sobre todo el valle de Valderejo

Sábado, 3 de octubre de 2015. Un día frío pero soleado, un golpe de suerte entre dos días de lluvia que podían haber estropeado esta preciosa vuelta al circo de Valderejo. Salimos de Oña en nuestros coches pasadas las ocho y media de la mañana, cruzamos Trespaderne (llena de cazadores a esas horas) y otros pueblos y, antes de llegar a San Pantaleón, nos desviamos a la derecha hacia Bóveda. Aparcamos en la cima del puerto de la Horca, el límite de Burgos con Álava. A las nueve y media ya habíamos comenzado la caminata de 21 largos kilómetros que nos esperaba.

Cráter donde se abandona el camino ancho y se sigue por una senda

Los dos primeros kilómetros son por un camino ancho pero empinado, hasta llegar a una especie de cráter que hay encima del camino, que en ese punto hace un giro de noventa grados a la derecha. Nos salimos del camino ancho, que también sube a Valderejo, y por la derecha del hoyo tomamos una senda que transcurre en diagonal y tendida, entre brezos, hasta lo alto del circo. Salimos justo al portillo Lerón, pero no bajamos por él hasta la localidad de Lahoz. Bueno, únicamente descendemos unos pocos metros para ver unas pinturas rupestres e invisibles que están en el abrigo de roca, junto al sendero. Aunque hayan estado tan a la vista, nadie las ha podido ver hasta 2006, año en el que las descubrieron y las enjaularon. Lo más destacado es una figura esquemática de un cazador con arco y flecha, de color rojo, como si fuera arte levantino en el norte de la península, pero ya digo que no se aprecia nada. Eso sí, las vistas ya son magníficas.

Pinturas rupestres

Enseguida cabalgamos por el cordal de la Sierra de Bóveda, un tanto incómodo, por el que no se puede pasar entre el 1 de enero y el 15 de agosto, para no perjudicar la cría del buitre, abundante como comprobamos por aquellos lares. Junto a la cumbre crece un haya de forma caprichosa, como si fuera un bonsái grande azotado por el viento.

Haya retorcida en el cordal de la Sierra de Bóveda

Hay muchos buitres, pero también ganado. Por el camino encontramos caballos, burros, vacas y ovejas. Tras terminar por la cordada, y sin seguir hasta Arrayuelas (donde están las antenas y más adelante la mítica Peña Carrias, a la que se sube desde Arroyo de San Zadornil), descendemos desde el portillo de la Sierra, por un camino ancho, hasta Lalastra, pueblo principal del valle y donde está el centro de interpretación del parque natural de Valderejo. Pasamos de largo por la civilización y nos dirigimos al pueblo abandonado de Villamardones.

Vallegrull, al fondo

Portillo de la Sierra

Desde Villamardones, tras husmear en las casas y la iglesia arruinadas, pisamos un bonito sendero que asciende hasta la ermita de San Lorenzo. Es una zona de pinar en la que las nieves del pasado invierno han abatido números ejemplares y las motosierras han actuado para dejar libre el paso. El último repecho hasta la ermita, ya a campo descubierto, se le atraganta a alguno. Pero arriba llega el momento de almorzar.

Fuerte repecho hasta la ermita de San Lorenzo

Almuerzo en San Lorenzo, junto a los burros

Estamos a mitad de recorrido aproximadamente y nos encontramos con buena compañía en el pequeño páramo, aunque no nos dieron mucha conversación, ni unos ni otro, ni los burros ni el santo. Los valderejinos suben el 10 de agosto de romería a la ermita, y comen por allí. Nosotros también lo hicimos al abrigo de San Lorenzo, aunque con un poco de retraso. A nuestra izquierda, hacia el sur, renunciamos a subir al Vallegrull, para no alargar más la etapa, y seguimos por el borde de la media luna de Valderejo, hacia el cierre del circo. Dejamos las lomas de la Sierra de Anderejo, al sur, que nos separan del Valle de Tobalina. Marchamos por terreno llano pero pedregoso. Hemos abandonado el camino ancho y vamos campo a través, desperdigados, como dos ejércitos enfrentados en un paisaje lunático.

Terreno rocoso que cierra el circo de Valderejo, donde el valle detiene su avance

Rodeamos el circo (en su hondonada nace el río Purón, que tan bello desfiladero dibuja entre Ribera y Herrán) y nos adentramos en un saliente donde se levanta un menhir (llamado el Gustal), que ha sido reconstruido en 2007 (fue descubierto en 1982). Estaba partido en dos y en el suelo y ha sido empalmado y erguido. Tendrá casi cuatro metros de altura. Emociona estar ante un monumento funerario de 5.000 años de antigüedad, al pie de la estela de Valderejo.

Menhir del Gustal, que domina todo el valle de Valderejo

No seguimos de frente bordeando el valle, sino hacia atrás, mirando hacia el valle de Losa, camino del Recuenco (también llamado Lerón), con 1.239 metros de altura, la cima más alta de Valderejo, aunque desde donde nos encontramos apenas nos parezca una tachuela. Desde su cumbre, localizamos enseguida unas balizas y nos situamos sobre el camino ancho que nos bajará de nuevo hasta el puerto de la Horca. De ahí tomamos los coches y nos dirigimos a comer la alubiada que nos ha preparado José Luis en el bar comunal de Quintanilla Montecabezas. Día cansado pero redondo, sin mojarnos y sanos y salvos en la vuelta a Oña.

Cima del Recuenco de Valderejo

Bajando al puerto de la Horca, al fondo

Puerto de la Horca, en el límite de Burgos y Álava

Alubiada en Quintanilla Montecabezas

Valdegovía bajo la niebla, desde la Sierra de Bóveda

El pueblo de Lalastra y el cortado de Vallegrull al fondo, vertiente sur de Valderejo

Villamardones y la peña de Vallegrull al fondo